Día 134.

Libro número 19:

Título: El Viejo y el Mar.
Autor: Ernest Hemingway.
Páginas: 158.
Origen: Norteamericano.
Año: 1952.
Género: Novela.
Concepto: En un pequeño pueblo costero, un viejo pescador hace ya mucho tiempo que intenta, en vano, capturar un enorme pez. Un día se hace a la mar y, tras mucho esfuerzo, consigue que éste pique su cebo. Pero una colosal lucha contra los hambrientos tiburones que pretenden devorarlo.. descubre al anciano la admiración que siente por ese pez que ha sido su mayor desafio.

Me traje éste libro de la casa de mis primas la última vez que me cargué con una nueva tanda que me proporcionara material de lectura para rato. Era el único que me faltaba leer de esa pila y, admito, el que menos disfruté.
Sí, estoy hablando del libro por el que Hemingway recibió un premio Pulitzer en 1953. Y no, no estoy loca.
La narración y los recursos literarios están empleados de un modo absolutamente brillante y la originalidad y, a su vez, pasividad de la historia tienen un tinte único. Pero no logré separar mi punto de vista crítico literario de mis creencias personales, lo que terminó haciendo que leer El Viejo y el Mar me resultara casi tortuoso.
Terminé pasando las hojas y leyéndolo tan por arriba y de un modo tan distraído que me hace sentir culpable. Estuve así de cerca de abandonarlo. Simplemente no me vi a mí misma capaz de afrontar más descripciones de lo que yo creo que es un comportamiento bárbaro, innecesario y absolutamente cruel para con los animales.
Sí, era obvio, el protagonista es un pescador. Era obvio que iba a aparecer algo que no iba a aprobar, pero aún así las precisiones sobre cómo destripar un pescado, comérselo crudo o la desvalorización de la vida animal en sí me repugna terriblemente y me hace cuestionar una y mil veces más el tipo de sociedad en que vivimos. Guardé una cita porque me parecía que explicaba esa sensación un poco más acertadamente: “A Dios gracias, los peces no son tan inteligentes como los que los matamos, aunque son más nobles y más hábiles”.
No es este el espacio para embarcarme en un largo discurso de defensa de los derechos y las vidas de los animales, pero sí me hace pautar una nueva regla para este proyecto que, aunque decaidísimo hace rato, trato de respetar lo más posible. Éste es el segundo libro que me toca en los 134 días de proyecto que incluye escenas y muestras de lo que yo considero maltrato animal. Y es también el último. El próximo libro que afecte mi sensibilidad con éste asunto nuevamente, no va a ser incluido. Si considero necesario hacerlo, voy a abandonar la lectura de ese determinado libro y voy a pasar al siguiente.
La vida ya es lo suficientemente difícil y primitiva con sus costumbres para además tener que sufrirlas en algo que debería ser tan relajante y placentero como la lectura,

Avanzando a lo que sigue,

L.-